MISTICOS, INICIADOS Y ADEPTOS
Generalmente, se suele poner estas vías de búsqueda espiritual o no, en el mismo caldero, cuando se trata de esoterismo, ocultismo, misticismo, magia, etc. Aunque lo parezca, hay notables diferencias que considero necesario aclarar, sobre todo en estos tiempos de iniciaciones al estilo “fast food”, para evitar confusiones y dar a cada una de estas vías de búsqueda y desarrollo el respeto que se merecen. Estas diferencias se sitúan en un contexto mental y de la forma de vida de la vía elegida.
EL MÍSTICO
La mística es la vía por excelencia de la espiritualidad. Se encuentra en todas las religiones, sea cristianismo, islam, judaísmo o budismo por citar las de más renombre.
El místico no busca en las enseñanzas una respuesta, más bien una incitación al cuestionamiento, que solo puede ser conocido o sentido a través de una experiencia interior.
El místico tiene una manera, particular de comprender la relación entre el hombre con la representación que se hace de Dios. El místico se sumerge en la realidad de su fe para alcanzar la iluminación.
La diferencia entre el practicante “ordinario” y el místico, es la distancia que sitúa entre su búsqueda personal y las practicas dogmáticas de las religiones.
La vía mística es una vía “pasiva” basada en la contemplación apuntando hacia la transformación del ego.
EL INICIADO
El iniciado efectúa un trabajo sobre sí mismo, pero, con la ayuda de los demás, es necesaria la adquisición de un método, la práctica de un rito, la búsqueda de una tradición transmitida con ciertas reglas que no sean un dogma impuesto, pero comprendido y aceptado.
El iniciado busca el conocimiento, va al encuentro de la ínfima porción de su divinidad haciéndola renacer y crecer. Se conoce, vive mejor y acepta sin temor la muerte. Para unos, vivir en la esperanza de otra vida, para otros vivir mejor en el hoy en armonía con la naturaleza.
La iniciación es un verdadero trabajo sobre la conciencia del “sí mismo”, se puede alcanzar diversos estados de conciencia y progresión de esta conciencia por elevación.
Generalmente, los grados de reconocimiento de la vía iniciática se efectúan en un espacio sacralizado.
EL ADEPTO
Adepto, (del latín adeptus: “que ha adquirido”), es aquel que ha alcanzado la “Gan Obra” de la Alquimia o el “Adeptado”. Por extensión aquel que llega al objetivo de una enseñanza secreta elitista, de una ciencia.
A diferencia del místico que está en una vía pasiva, el adepto es activo, teniendo la potencialidad de intervenir en el mundo material conservando su Yo, sabiendo desprenderse de ello para actuar o bien observar la actuación. Pero la vía del adeptado es un auténtico laberinto, a través del cual las pruebas a las que se somete para alcanzar el conocimiento, requieren un auténtico “decapado” de conceptos a todos los niveles.
El adepto representa un nivel de conciencia muy particular, pues “sabe que sabe, que sabe”, está considerado “Maestro de Sabiduría”. Su nivel se sitúa en la misma onda de las fuerzas egregoricas, conociendo su auténtica naturaleza.
El adepto cultiva su humildad y amor a toda la naturaleza y vidas. El propósito del adeptado es de la misma naturaleza que la del místico, solo que los métodos son diferentes para alcanzar el objetivo: la plenitud del despertar. A este nivel, el adepto vive la verdadera luz, el gran secreto.
Es un viaje interior, desde la entrada hasta la salida del laberinto, donde solo los “nobles exploradores” conocen. Metamorfosis del Alma reservada los que quieran descubrir la Luz de la Sombra.